martes, 13 de marzo de 2012

Ojos de Perro Azul

Tarde como siempre, baje apresurada las escaleras de la estación Cuauhtémoc, pero el metro que estaba marchándose ya, iba en dirección contraria a la mía, así que desaceleré mi paso y al llegar al andén buscaba un espacio en las bancas para sentarme a esperar el mío, en una de ellas había dos hombres uno mayor y uno más joven, quien me hizo espacio entre ambos, apenas me senté comenzó a hacerme plática, quería venderme la edición de ese día de un periódico de deportes, la oferta era de 6 a 5 pesos, una ganga, pero le dije que lo sentía, que no solía leer deportes, luego sacó una revista de espectáculos para intentar vendérmela también, y le dije que tampoco leía chismes de farándula.

- ¿Entonces que lees?
- Todo, menos deportes y chismes- sonreí
- ¿Qué periódico lees?
- El Norte
- Ja!! pos sí, y si estuvieras en el sur?
- La Jornada
- Ah! eres de izquierdas?
- Ja!, no... no sigo ninguna tendencia, pero es bueno tener todas las opiniones.

El tren no tardó mucho y me adelanté a abordarlo, él apresurando su paso detrás de mí, me preguntaba cualquier tontería, recuerdo haberle dicho que era fotógrafa, que daba clases y que en ese momento me dirigía a reunirme con mis alumnos, yo trataba de perderlo entre la gente pero él no quería perderme, me siguió a pesar del zigzagueo que hice dentro del vagón esquivando la gente para acomodarme por fin en un lugar, él con sus periódicos dentro de una bolsa para protegerlos de la lluvia, debajo de su brazo, se acomodó a mi lado. Fue entonces que me di cuenta de que tenía bonitos ojos. Entre 25 y 30 años tal vez, moreno, delgado, la mirada un poco extraña, no podría definirla, aspecto desalineado, como cualquier muchacho callejero a quien cualquiera con "sentido común" le habría sacado la vuelta, o cualquier niña “bien” se habría sentido ofendida por su insistencia en platicar.

Yo llevaba puesta una playera roja de "Under a blood red sky" de U2, él la miraba insistente y empezaba a incomodarme cuando me dijo que tenía un disco de acetato de U2...

-¡Qué bien!- le dije... guárdalo porque en algún tiempo puede llegar a valer mucho.
-Te lo vendo-, me dijo
Yo pegué una carcajada -"Tú todo quieres venderme"
-Es que tengo que vender todo para vivir, he estado planeando robar un banco pero creo que no es buena idea.
-Definitivamente no lo es, mejor sigue vendiendo cosas.
-Entonces, ¿me compras el disco?.
-¿Y en cuánto lo vendes?
-Pues no sé, ¿qué tanto crees que cueste?
-Pues es un disco de acetato, ni siquiera voy a tener dónde oírlo, no sé qué valor darle a una reliquia como esa.
-¿Tú qué valor le das a tus fotos?
- Buena pregunta, creo que para mí son invaluables.
- Mi disco también lo es.
- Entonces como voy a saber cuánto pagarte
- Págame con una foto... (volví a soltar otra carcajada)
- Pero una foto tuya,-continuó- es decir, que salgas tú.
- Creo que esa tampoco es una buena idea,- le dije aun sin contener la risa.

El metro iba atascado y la gente a nuestro alrededor iba muy atenta de nuestra plática, nuestras voces eran las únicas que se escuchaban y no estábamos siendo nada discretos precisamente.

Él miraba con bastante insistencia mi pecho y por un momento volví a sentirme incómoda, pero luego entendí que lo que miraba era un pentagrama que habitualmente llevo colgado al cuello.
-¿qué significa tu collar?
- es un Pentagrama, -le dije- es un símbolo pagano y significa la comunión entre el ser humano y la naturaleza.
-Ah!!, no es un símbolo satánico?
- Ja! Desde luego que no! ¿me ves cara de satánica?
- No!, tienes cara de angelito.
- Bueno, tampoco exageres, que de bruja sí que tengo algo.
- Es como la estrella de David?
- No, la estrella de David tiene 6 puntas, él pentagrama tiene 5, representa los 4 elementos (tierra, viento, fuego, aire), y la quinta punta es el espíritu.
-¿el espíritu de quien?
- jajaja, el nuestro, el de cada persona.

Y fue entonces que me dijo algo dónde me di cuenta que no era un simple vendedor de periódicos.

-Ah!, tiene algo que ver con la clasificación que hizo Galeno de los cuatro tipo de temperamento? sanguíneo, colérico, melancólico, y ¿cuál era el otro?
-Flemático, -respondí-, las cuatro bilis del cuerpo.
-!Ándale!, esas cuatro.
-mmmh, no, no creo que tenga que ver... aunque tal vez, sí, en parte. No lo sé.

Yo miraba cada estación en la que parábamos, pues temía que la distracción de la plática me hiciera dejar atrás la mía.

- ¿Ya te vas a bajar?
- No, aún no.
- Oye, ¿y no me puedes dar tu teléfono?
- No!
- ¿Por qué?
- Porque… después yo con qué me quedo?
- Ahhh, que graciosa!
- Jaja... Yo sí, y en mi casa todos, jaja... (recordé a mi madre con esa frase)
- Tienes bonita sonrisa.
- Gracias, me lo han dicho.
- Sí, me imagino, debes estar acostumbrada.
- No tanto.

-¿Has leído Ojos de Perro Azul?
- No, ni idea.
- Es de García Marquez
- No, nunca lo he leído
- ¿Pues no que lees de todo?
- Jaja... dije que leo de todo, no que lo he leído todo!!
- Bueno, pues es un cuento que habla de... una pareja que... se conoce en el metro (según él) y… se enamoran sólo con mirarse...
- Jajajaja... qué buena historia, y mejor adaptación, sobre todo… jaja!!!
- Es en serio!, no te rías, es verdad.
- Pues no, no la he leído.
- Bueno, pues después ella, o él, no recuerdo, o los dos, iban escribiendo y diciendo por toda la ciudad "ojos de perro azul" con la intención de que supieran que se estaban buscando y volver a encontrarse.
- Aaah!! … qué bonito!
- Sí. ¿Tú crees que tú y yo nos volvamos a encontrar?
- No lo sé.

En eso sonó un celular, el suyo, miró la pantallita e hizo una mueca entre risa y desencanto -!Fuck!-

-¿Bueno? Sí señora... No, todavía no... sí ya voy para allá. No, no está conmigo aquí, pero ahorita la veo que llegue a la casa. Ok, Muy bien, yo le digo. - y colgó-.

-¿Tu suegra??, pregunté
- ¿Cómo supiste que era mi suegra????

Mis carcajadas retumbaron en todo el vagón y un señor que iba detrás de mi nuevo amigo no podía contener la risa, mientras que una señora más adelante me miraba con gesto de desaprobación.

-¿Cómo supiste que era mi suegra?? - Volvió a preguntar
- Intuición femenina, solamente.
- Sí, es mi suegra... no sé por qué me marca a mí, si éste es mi teléfono, no el de su hija.
- Bueno, tal vez el de tú esposa no está disponible.
- Si... pero, y entonces??, No me vas a dar TU NUMERO de teléfono?
- No, porque se enoja tu esposa, o peor aún, tu suegra!! jaja.
- Ayyy que mala eres! no te burles!! - me decía sin poder contener la risa él tampoco.
- Bueno, y ¿cómo te llamas? -me preguntó.
- Malena, -respondí.
- Hasta el nombre tienes bonito.
- Gracias, también me lo han dicho.
- Ya me tengo que bajar - me dijo mientras el tren detenía su marcha una estación antes de la mía.
- Que te vaya bien, le dije.
- Eres muy bonita, Malena... entonces la próxima vez que nos veamos sí me das tu teléfono. –volvió a insistir-
- Si sucede que nos volvamos a encontrar, tal vez.
-Sí, nos vamos a volver a encontrar, Monterrey es un rancho.
- Sí, yo siempre digo lo mismo... Monterrey es un rancho, todavía...

pero ya no alcanzó a escuchar esto último, sólo se despidió de mí con un ademán de adiós en su mano a través del cristal de las puertas que se iban cerrando.

Yo me quedé con una sonrisa esbozada en mi rostro, pensando que no le pregunté su nombre, cuando volteé, pude ver en el rostro de las personas que quedaron en el vagón, una ensalada de expresiones, entre simpatía, reprobación y extrañeza, por aquel intento de ligue que duró apenas ocho estaciones de metro.


MR Julio, 2010

4 comentarios:

omar enletrasarte dijo...

un relato entretenido,
me gustó
saludos

gabriela clavo y canela dijo...

y las puertas grises del vagón se abrieron como siempre..

OJOS DE PERRO AZUL!!
OJOS DE PERRO AZUL!!

yo también escribí esos por si las moscas...

saludos Malena, y es cierto, estamos en Monterrancho.

la chica del boli turquesa dijo...

una entrada realmente impecable en la forma de relatar los hechos, me he transportado muy fácilmente a esos momentos que tú viviste.por cierto, ya he buscado 'ojos de perro azul', y será mi próxima presa literaria :)
gracias.
un saludo.

Gabriello dijo...

me gusto porque es sencilla y romantica la experiencia del metro